Hasta ahora, para la mayoría de la población la disyuntiva entre comer carne o no se basa en criterios morales o ideológicos y no en su huella de carbono: ser vegetariano, además, de consistir en no querer matar animales es también una forma de militancia contra el funcionamiento del mercado de la carne.
Sin embargo, cada vez son más voces las que avisan de que comer carne a diario supone un grave problema para el planeta, en concreto, es responsable de gran parte de las emisiones de CO2 (en concreto, del 14,5% según la FAO) y por tanto, del calentamiento global con el consiguiente cambio climático. Pero… ¿qué hay de cierto? ¿cuánto impacto causamos consumiendo un chuletón de vaca? ¿debemos renunciar a toda la carne?
Analizando la huella de carbono de la carne
En 2018, se publicó un metaanálisis en la revista Science donde se analizaban los principales impactos de los diferentes productos para la alimentación, y este modo, se podía evaluar cómo contribuye la dieta a los diferentes impactos, en particular, en este post nos vamos a centrar en las emisiones de CO2.
Analizaron granjas de diferentes zonas del planeta y de diferentes tamaños (por ejemplo, granjas en Bangladesh de apenas 0.5 Ha y granjas en Australia de 3.000 Ha), así como diferentes unidades funcionales: no es lo mismo medir cuánto CO2 emite producir un kilo de carne de vaca, 100 gr de proteína procedente de la carne de ternera o 1000 kcal del mismo tipo.
Producir un kilo de ternera emite 31 veces más CO2 que un kilo de tofu
El top 5 de los alimentos que más CO2 emiten durante su producción se encuentra la ternera en el número 1 con casi 100 kg por kilo de carne producido (o lo que es lo mismo, 10 kg de carne de ternera emiten una tonelada de CO2). Con cerca de 50 kg por kilogramo de carne le sigue el chocolate negro (¿dejamos de comer chocolate? habría que valorarlo en función de la producción mundial y el consumo general de chocolate), la carne de cordero, los lácteos (con excepción de la leche) y el café son los que le siguen aunque con mucha menor cantidad de CO2 emitido.
A priori, parecen mejores opciones otros tipos de carne con menor huella de carbono como la carne de cerdo, el pollo y los pescados de piscifactoría. Sin embargo, las mejores alternativas desde el punto de vista de la huella de carbono siguen siendo los vegetales como el tofu o las legumbres.
Comparando la cantidad de CO2 emitida por la producción de carne de ternera sobre la de la producción de tofu, el factor obtenido es que producir 1 kg de ternera emite 31 veces más CO2 que el tofu.
Podríamos pensar que la carne tiene un valor proteico muy superior a la de los vegetales y que la obtención de la misma cantidad de proteína de fuentes vegetales podría tener un impacto mayor. Sin embargo, cuando la unidad funcional designada son 100 g de proteína los valores cambian aunque no tanto.
Como podemos observar el top 5 apenas cambia en cuanto a los alimentos producidos (con la excepción de que los lácteos se ven sustituidos por el tomate (que no debería considerarse como fuente proteica, es una anomalía por los alimentos escogidos para el análisis) y por muy poca distancia por los langostinos de granja.
Sin embargo, aunque no estábamos del todo errados en variar la unidad funcional para valorar la carne de vacuno, esta sigue siendo el alimento que más impacta (después del chocolate negro, que más que fuente de proteína es fuente de gula, gula sana eso sí). Si volvemos a hacer el mismo ratio anterior, cuando hablamos de producción de 100g de proteína el tofu emite 25 veces menos que la carne de ternera. En la producción de un kg la diferencia era 31.
Hemos hablado del tofu como fuente de proteínas muy popular cuando hablamos de proteínas vegetales, pero si queremos hablar de las mejores proteínas desde el punto de vista medioambiental no podemos dejar de señalar a las legumbres.
La huella de carbono en la cadena de suministro de los alimentos
En dicho estudio separaron las distintas etapas de producción de los alimentos. De este modo, podían comparar cuánto CO2 se debía al cambio de uso de la tierra, a la propia granja o cultivo, a la alimentación de los animales, transporte, embalaje…
Aunque a priori se suele pensar que el transporte es lo que más contribuye a la huella de carbono o el procesado de los productos, lo que más contribuye son los cambios de uso de la tierra, la deforestación y la desaparición de hábitats para su conversión a pasto tiene un impacto muy importante en la emisión de carbono. Los procesos de cría de ganado también suponen uno de los mayores impactos en valores netos. Si observamos valores relativos, en la carne de cerdo y en los huevos tiene más peso en emisiones de CO2 la alimentación de los animales que el cambio de uso de la tierra.
¿Tenemos que renunciar a la carne de vaca?
Como podemos ver la carne tiene un gran peso y cambios en los hábitos alimentarios de la población pueden tener un gran impacto en las emisiones de CO2. Dejar de consumir carne de vaca y por tanto de su cría puede detener una gran cantidad de las emisiones de CO2 con respecto a otros alimentos que tienen un menor impacto y buenos valores proteicos.
Por otro lado, es importante realizar dos consideraciones importantes. Tocar la alimentación es tocar uno de los aspectos más subjetivos y más arraigados en las personas, no en vano, hay muchas enfermedades cuya prevalencia se reduciría drásticamente cambiando simplemente hábitos alimentarios pero esto no se produce fácilmente. Y por otra parte, es necesario considerar la industria de la carne como fuente generadora de empleo pero también a los pequeños productores que se mantienen en el ámbito rural y contribuyen a evitar ese gran problema que es la España vaciada.
La solución aparentemente es simple pero los diversos factores y aspectos a tener cuenta convierten este problema en algo muy complejo. Por lo pronto, desde mi perspectiva personal he marcado un día a la semana «sin carne ni pescado», que son los lunes, no es suficiente pero es un primer paso.